Nuestra Beata tomó en consideración las palabras y enseñanzas de Jesucristo: ¿Quién será el más grande en el reino de los cielos? Él, llamando a si a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entrareis en el reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de estos, ese será e más grande en el reino de los cielos, y el que por mi recibiera a un niño como a este, a mí me recibe (Mt 18.1-15).
Como enseñara el Señor Jesús (cf Mc 9.36-37). Isabel se hizo niña ante Dios, sabiendo que de este modo estaría más cercana al Señor, pues Él mismo la tomaría entre sus manos. Y cuidaría de ella. ¡De ahí su gran confianza y seguridad!...
Isabel se entregó a Dios, se puso en sus manos. A partir de ese momento, su vida ya no era suya, sino de Dios: pertenecía por entero al Señor, y el Señor era suyo, y para ella.¿Qué podía, pues temer? ¿Por qué inquietarse? ¿porqué sufrir?...¡Su Dios y Señor cuidaba de ella! ¡Y ella estaba segura en Él!
En Dios se perdió y desapareció, como se disuelve el azucarillo en el vaso de agua. Perdiéndose, se encontró a si misma. ¡Y así ganó su vida!, pues se realizó en plenitud. ¡Y ganó la vida eterna!...
Llena de confianza y entregada a Dios, Isabel estaba dispuesta a todo cuanto Dios esperara de ella. De esa forma su vida sería fecunda y eficaz, y no se malograría...¡Y abandonada en Dios, alcanzaría la unión perfecta, la comunión de vida, llevando a cabo el matrimonio espiritual, como mujer desposada con Jesucristo.
Alabanza de la Gloria de Dios
Pedro Jesús Lasanta
Alabanza de la Gloria de Dios
Pedro Jesús Lasanta
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