A Teresa le tocó vivir rodeada de hombres a pesar de ser una monja de clausura y estar consagrada a Dios. A causa de su experiencia de oración se vio en la necesidad de tratar con una serie de sacerdotes, confesores y santos; como fundadora también tuvo que tratar con obispos, provinciales, generales, bienhechores, mercaderes, arrieros, mensajeros y hasta reyes. En fin, fue la primera mujer que fundó en la Iglesia una Orden de frailes.
Fueron precisamente los hombres quienes más la ayudaron en todo lo que quería y como lo quería. Ellos la respetaron, admiraron y sirvieron. Teresa de Jesús aprendió a mirar los valores de los otros y a dejarse mirar para sentirse valorada. Tuvo en alta estima la relación, la amistad, el conocimiento propio.
Invertir en lo que no se devalúa...
La palabra autoestima como tal, no existe en el diccionario teresiano. Pero la experiencia de Teresa tiene todos los elementos que la forman. Sin saberlo, es una precursora de la dignidad y valoración de la persona. Tus joyas interiores son tus valores... ¡Vale la pena invertir en lo que dura para siempre!
fuente: Teresa: una mujer para la mujer de hoy
fuente: Teresa: una mujer para la mujer de hoy
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