miércoles, 3 de marzo de 2010
Cuaresma con los santos del Carmelo- Martes de la 2da semana- Santa Teresita Del Niño Jesús
EL MÁS GRANDE SERÁ VUESTRO SERVIDOR (Mt 23, 10)
Medir al otro por el exterior, es ponerse por encima de él como un maestro. Buscar su interior es ponerse debajo de él, como un servidor.
No me juzgo a mí misma, el que me juzga es EL SEÑOR.
Por eso, para que el juicio de Dios me sea favorable, o mejor, para no ser juzgada en absoluto, quiero tener siempre pensamientos caritativos, pues Jesús dijo: No juzguéis, y no seréis juzgados.
Madre mía, al leer lo que acabo de escribir, tal vez creáis que la práctica de la caridad no me resulta difícil. Verdad es que desde hace unos meses no tengo ya que luchar por practicar esta hermosa virtud. No quiero decir con esto que no cometa algunas faltas. ¡Ah, soy demasiado imperfecta para tanto!.
Pero no me cuesta mucho levantarme de la caída, porque después de la victoria que conseguí en un determinado combate, la milicia celestial viene en mi auxilio, no sufriendo verme vencida tras de haber salido victoriosa de la gloriosa guerra que ahora trataré de describiros.
Hay en la comunidad una hermana que tiene el don de disgustarme en todo. Sus modales, sus palabras, su carácter, todo en ella me desagrada en gran manera. Sin embargo, se trata de una santa religiosa, que debe ser muy agradable a Dios.
Por eso, no queriendo ceder a la antipatía natural que experimentaba, me dije a mí misma que la caridad no debía consistir en los sentimientos, sino en las obras. Entonces, me apliqué a portarme con dicha hermana como lo hubiera hecho con la persona a la que más quiero. Cada vez que me la encontraba, pedía por ella a Dios, ofreciéndole todas sus virtudes y todos sus méritos.
Me daba perfecta cuenta de que esto agradaba a Jesús, pues no hay artista a quien no le guste recibir alabanzas por sus obras. Y a Jesús, el Artista de las almas, le complace que en lugar de detenernos en lo exterior, penetremos en el santuario íntimo que él se ha escogido por morada, y admiremos su belleza.
No me contentaba con rogar mucho por la hermana que era para mí motivo de tantas luchas interiores, sino que procuraba también prestarle todos los servicios posibles; y cuando sentía la tentación de contestarle de manera desagradable, me limitaba a dirigirle la más encantadora de mis sonrisas, procurando cambiar de conversación, pues se dice en la Imitación: Es mejor dejar a cada uno con su idea que detenerse a contesta.
¡Ah! El que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma..., Jesús, que hace dulce lo que hay de más amargo... Le contesté que sonreía porque me alegraba verla (sin añadir, bien entendido, que era bajo un punto de vista espiritual).
(Santa Teresa Del Niño Jesús. Obras Completas, pp. 259-260)
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre. Da fuerza a tu siervo (Sl 85, 11.16).
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