sábado, 20 de febrero de 2010

Cuaresma con los santos de Carmelo - Sabado despues de ceniza - Isabel de la Trinidad

Este es el tiempo favorable. Convertíos y creed en la Buena Noticia. Ha llegado el Reino de Dios.

LOS PECADORES... QUE SE CONVIERTAN (Lc 5, 32)

Ante el abismo de mi pobreza, Tú me haces descubrir, Señor; la grandeza de tu amor que me libera. ¿Cómo no realizar actos de adoración cuando nos sumergimos en el abismo de la misericordia y cuando nuestra alma contempla el hecho de que Dios ha borrado nuestros pecados?. El lo ha dicho: Soy yo quien borro tus pecados y no me acuerdo más de tus rebeldías (Is. 43, 25).

El Señor, impulsado por su misericordia, ha querido que nuestros pecados actúen contra ellos mismos y ha descubierto el medio de que nos sean útiles, poniéndolos en nuestras manos como instrumentos de salvación. Pero esto no debe disminuir para nada nuestro temor de pecar, ni nuestro dolor de haber pecado. De todos modos, nuestros pecados se han convertido para nosotros en fuente de humildad...

Cuando el alma considera en el fondo de su ser, con ojos abrasados de amor, la inmensidad divina, su fidelidad, sus pruebas de amor, sus beneficios que nada pueden añadir a su felicidad, y luego, contemplándose a sí misma, ve las ofensas que ha cometido contra la inmensidad de Dios, retorna al fondo de su propio ser despreciándose tan profundamente que no sabe cómo detestar su culpa.
Lo mejor que puede hacer es lamentarse ante el Señor, su amigo, de su incapacidad de desprecio para humillarse tanto como ella quisiera.

Si alguien me dijera que haber tocado el fondo es sumergirse en la humildad, yo nunca se lo desmentiría. Me parece, sin embargo, que estar inmerso en la humildad es sumergirse en Dios, pues Dios es el fondo del abismo... por eso la humildad como la caridad es siempre susceptible de perfección.

Puesto que ese fondo de humildad es el vaso que se necesita, el vaso capaz de recibir la gracia divina y donde Dios quiere verterla, seamos humildes.

El humilde ni elevará a Dios demasiado alto, ni él mismo descenderá demasiado bajo. Pero surge entonces este hecho maravilloso: su impotencia se transformará en sabiduría y la imperfección de su acto que considera siempre insuficiente, se convertirá en el mayor placer de su vida. Quien posee un fondo de humildad no necesita demasiadas palabras para instruirse. Dios le revela muchas más cosas que otros pudieran enseñarle. Los discípulos de Dios se encuentran en esta situación.

(Beata Isabel De La Trinidad. Obras Completas, pp. 153-154)

Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia, por tu gran compasión vuélvete hacia mí; no escondas tu rostro a tu siervo: estoy en peligro, respóndeme enseguida (Sl 68, 17-18)

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