jueves, 29 de noviembre de 2007

“Yo estoy con vosotros”

POEMA DE EDITH PARA ORAR Y MEDITAR ANTE EL SANTÍSIMO

Tú te sientas en el trono a la derecha del Padre en el reino de su eterna gloria como Palabra de Dios desde un principio.

Tú gobiernas en el altísimo trono también en transfigurada forma humana después de haber consumado tu obra en la tierra.

Así creo yo, porque tu Palabra me lo enseña, y porque lo creo me siento feliz, y de ahí florece una dichosa esperanza:

Pues donde estás tú allí están también los tuyos, el cielo es mi maravillosa patria, yo participo contigo el trono del Padre.

El Eterno, que todo ser creó, El, tres veces santo, que abarca todo ser, tiene su propio reino silencioso.

El habitáculo más íntimo del alma humana es el más querido lugar de la Trinidad, su trono celestial en la tierra.

Para redimir este reino celestial de las manos del enemigo ha venido el Hijo de Dios como hijo de hombre, y ha dado su sangre en rescate.

En el corazón de Jesús, que fue atravesado, el reino celestial y la tierra están unidos, aquí está para nosotros la fuente de la vida.

Este corazón es el corazón de la Trinidad divina y centro de todo corazón humano, que nos da la vida de la Divinidad.

Nos atrae con poder misterioso, nos encierra en sí en el seno del Padre y nos da el Espíritu Santo.


Este corazón palpita para nosotros en el pequeño tabernáculo donde permanece misteriosamente oculto en aquella silenciosa, blanca forma.

Este es, Señor, tu trono de Rey en la tierra, que tú has erigido visiblemente para nosotros, y te gusta ver acercarme a él.

Tú incas tu mirada lleno de amor en la mía, e inclinas tu oído a mis suaves palabras y llenas el corazón con profunda paz.

Pero tu amor no encuentra satisfacción en este intercambio que todavía permite separación: tu corazón exige más y más.

Tu vienes a mí cada mañana como alimento, tu carne y sangre son para mí bebida y comida y se obra algo maravilloso.

Tu cuerpo cala misteriosamente en el mío, y tu alma se une a la mía: Ya no soy yo lo que era antes.

Tú vienes y vas, pero permanece la semilla que tú has sembrado para la gloria futura escon
dida en el cuerpo de polvo.

Permanece un resplandor del cielo en el alma, permanece una profunda luz en los ojos, una suspensión en el tono de la voz.

Permanece el vínculo, que une corazón con corazón, la corriente de vida que brota del tuyo y da vida a cada miembro.


Qué admirables son las maravillas de tu amor, solo nos asombramos, balbuceamos y enmudecemos, porque el espíritu y la palabra no pueden expresar

1 comentario:

malvi dijo...

Dios te pague Mami Sari! Por decir hágase y no guardarte nada. LA casita de la Tere dice presente a traves de la más pequeña... malvinita