Las campanas y los cánticos del Adviento despiertan en el corazón de los que viven con la Iglesia un anhelo santo; y aquel que ha penetrado en el inagotable manantial de la liturgia, se siente día a día mas profundamente estremecido por las palabras y promesas del Profeta de la Encarnación que dice: “¡Que caiga el rocío del cielo! ¡Que las nubes lluevan al justo!” (Is.45,8).”¡Es Señor esta cerca, venid, adorémosle! ¡Ven, ven, Señor, no tardes! ¡Alégrate Jerusalén, llénate de gozo porque viene tu Salvador!” (Zac. 9,9).
Edith Stain
sábado, 1 de diciembre de 2007
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