miércoles, 3 de marzo de 2010
Cuaresma con los santos del Carmelo-Jueves de la 2da semana-Santa Teresita Del Niño Jesús
UN RICO... UN POBRE (Lc 16, 19-20)
Querer todo para sí, volver todo hacia sí cierra todos los horizontes.
Al corazón pobre y generoso, le pertenecen los espacios luminosos.
Durante los días gozosos del tiempo pascual, Jesús me hizo comprender que hay verdaderamente almas sin fe, almas que por el abuso de las gracias pierden este precioso tesoro, fuente de las únicas alegrías puras y verdaderas.
Permitió que mi alma se viese invadida por las más densas tinieblas, y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, no fuese ya más que un motivo de combate y de tormento...
Esta prueba no debía durar sólo algunos días, algunas semanas, sino que había de prolongarse hasta la hora marcada por Dios, y... esa hora no ha sonado todavía...
Quisiera poder expresar lo que siento, pero, ¡ay de mí!, creo que es imposible. Es necesario haber caminado por este sombrío túnel para comprender su oscuridad. Sin embargo, voy a intentar explicarlo por medio de una comparación.
Me imagino haber nacido en un país cubierto de densa bruma. Nunca me ha sido dado contemplar el aspecto risueño de la naturaleza inundada de luz, transfigurada por el sol brillante.
Es verdad que desde mi infancia oigo hablar de estas maravillas. Sé que el país donde estoy no es mi patria, que hay otro al que debo aspirar constantemente. Esto no es una historia inventada por un habitante del triste país donde me encuentro, sino una realidad cierta, porque el Rey de la patria del sol brillante vino a vivir 33 años en el país de las tinieblas. ¡Ay!, las tinieblas no comprendieron, en absoluto, que este divino Rey era la luz del mundo...
Pero, Señor, vuestra hija ha comprendido vuestra divina luz. Os pide perdón para sus hermanos. Se resigna a comer, por el tiempo que vos lo tengáis a bien, el pan del dolor, y no quiere levantarse de esta mesa llena de amargura, donde comen los pobres pecadores, hasta que llegue el día por vos señalado... Pero ¿acaso no puede ella también decir en su nombre, en nombre de sus hermanos: Tened piedad de nosotros, Señor, porque somos unos pobres pecadores?... ¡Oh, Señor, despedidnos justificados!... Que todos esos que no están iluminados por la antorcha de la fe la vean, por fin, brillar...
¡Oh, Jesús! Si es necesario que un alma que os ama purifique la mesa que ellos han manchado, acepto comer sola en ella el pan de la tribulación, hasta que os plazca introducirme en vuestro luminoso reino. ¡La sola gracia que os pido es la de no ofenderos nunca!...
(Santa Teresa Del Niño Jesús. Manuscrito C. Obras Completas, pp. 246-247)
No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él (Sl 48, 17-18).
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