viernes, 30 de enero de 2009

"Iconografía y Arte Carmelitano"

CUATRO IMÁGENES DE LA ICONOGRAFÍA CARMELITANA
Introduccion
Orígenes de la Orden de los Carmelitas

Haremos en primer lugar un repaso a los orígenes de la Orden de los Carmelitas (1).
Dentro de aquel oleaje religioso del s. XII que conmovió a toda la Iglesia, hay que situar la Orden de los Carmelitas. Es anterior a los mismos Franciscanos y Dominicos. Merece consideraciones su carácter mariano en plena Edad Media, cuando alcanzaban su máxima expresión las cuestiones fundamentalmente cristológicas y los conceptos más vivos del ordenamiento eclesiástico. Era algo así como un suave viento inspirado en María que venía del Oriente. Tiene, en un principio, carácter eremita.

Se dice que los fundamentos están puestos por un cruzado llamado Bertoldo de Calabria, a finales del s. XII, en la Cueva de San Elías, sobre el Monte Carmelo. Honorio III la confirmó con este carácter eremita en 1226.

Estos religiosos expulsados por los musulmanes, vinieron a Europa y cambiaron su estilo eremita por la vida monástica y la predicación. Era allá por el año 1247.

Un acontecimiento cumbre en el desarrollo de la Orden Carmelita está en la aparición de la Santísima Virgen a San Simón Stok, Superior General de la Orden, entonces en Cambridge, en el año 1251. Le promete que a los que mueran revestidos con el Escapulario de su Orden se verían preservados del fuego del infierno. Este acontecimiento supuso una auténtica escalada en la piedad popular.

Los Carmelitas observan la Regla de San Basilio que, convenientemente adaptada, se aceptó en la rama femenina de los Carmelitas.

Los grandes movimientos de renovación que se experimentaron en el s. XV y llenaron el s. XVI también alcanzaron los claustros de los Monasterios Carmelitas. Terminaron con la reforma que los señaló con los nombres de "Observantes" y "Conventuales". En este campo de Reformas, en pleno s. XVI, aparecen las figuras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, figuras cumbres de la mística y de la literatura religiosa.

En el s. XVI el pensamiento de Santo Tomás de Aquino sobre las imágenes adquirirá gran trascendencia como reacción ante los abusos cometidos por los protestantes iconoclastas. Santo Tomás legitima la presencia de imágenes por tres motivos: la instrucción del pueblo sencillo, hacer presente constantemente la historia de la salvación y los ejemplos de los Santos y la influencia que puedan proporcionar para alimentar la vida cristiana (2).

San Juan de la Cruz recogerá esta doctrina que se verá plasmada como uno de los núcleos del Concilio de Trento, en la Sección XXV dedicada a las imágenes (3).

La escultura policromada, que abunda en España en los siglos modernos es la contribución más importante al Barroco, con dos centros fundamentales: Castilla y Andalucía.
Podemos apreciar en la escultura barroca española una búsqueda de lo impresionante y lo emocional. Esto es importante para comprender hasta qué punto el realismo de nuestra imaginería es fiel plasmación de una auténtica apetencia del momento.

En cuanto a la iconografía de la plástica barroca (4), el primer lugar lo ocupa el Crucificado. Los tres elementos fundamentales de la iconografía del Crucificado son: la Cruz, patíbulo de martirio; el sudario y Cristo en actitudes diversas: yacente, Ecce Homo, Resucitado y JesúsNiño.
La Santísima Trinidad adquiere ahora un matiz iconográfico singular. También se representa la Natividad y la Epifanía por su gran valor teológico y su sentido litúrgico.

Época de exaltación de las devociones marianas, se multiplican las imágenes de la Virgen en su singular maternidad (con la figura de Jesús en sus brazos); madura el tema de la Concepción y se desarrolla la veneración de la Dolorosa (Piedad, Angustias, Soledad).
El culto de los Santos prolifera en este tiempo: Santa Ana, San José, San Juan Bautista y Evangelista, San Francisco de Asís, los Apóstoles, Ángeles, Fundadores, Patronos, etc., responden a las exigencias del culto o a las devociones populares, dotados siempre de sus símbolos para la identificación.
Las obras de la imaginería sagrada son auxiliares poderosos de la liturgia de la palabra.

Magnífica expresión de la mentalidad bajorrenacentista son estas estrofas del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz:
"Descubre tu presencia
y mátame tu vista y hermosura,
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura" (5).

San Juan como místico de influencia renacentista platónica, concibe la forma como medio para acercar el alma y el espíritu a Dios. Siente gran preocupación por los elementos figurativos como medio de comprensión de la piedad.

Su influencia no ha sido solamente en el campo espiritual, sino también en el Arte, que tan estrechamente está vinculado al espíritu y sentimientos humanos. Hemos de recordar que en su obra "Subida del Monte Carmelo" en el Libro Tercero, habla extensamente de las imágenes en los capítulos del 35 al 38 (6).

Dentro del arte de las órdenes religiosas es frecuente encontrar exaltaciones de las mismas aludiendo a sus orígenes o miembros más destacados. En el Carmelo no falta este tipo de representaciones.

A través de las esculturas que detallaremos a continuación vamos a conocer las representaciones iconográficas más características de la Orden. Las obras elegidas lo han sido, además de por su significación iconográfica, porque son representativas de la escultura barroca en Andalucía y dentro de ella en Granada, ciudad muy vinculada a San Juan de la Cruz, ya que en esta etapa granadina es cuando redacta sus más importantes tratados. En el convento de los Mártires terminó la "Subida al Monte Carmelo", comenzada en el Calvario y continuada en Baeza; escribió "La Noche Oscura"; completó el "Cántico Espiritual" y escribió finalmente la "Llama de Amor Viva".
M.ª Dolores Mármol Marín

NOTAS
(1) Aguilar: Compendio de Historia de la Iglesia. Ed. Bruño. Madrid, 1957.
(2) Forest y Gandillac: El Pensamiento medieval. Vol. XIV de Historia de la Iglesia. Edicep. Valencia, 1974.
(3) Concilio de Trento, Sección XXV, Decreto 2. Denzinger, 986.
(4) José Hernández Díaz (1985), pp. 17, 18, 19.
(5) San Juan de la Cruz (1954) en Cántico Espiritual, estrofa 11, p. 475.
(6) San Juan de la Cruz (1954) en Subida del Monte Carmelo, pp. 307?318.
Próximo Post: San Elías

2 comentarios:

SD dijo...

Gracias por tan lindo blog !!!!
Saludos,
SB

DE LA MANO DE TERESA DE JESUS dijo...

Gracias por tu visita SB. Un abrazo grande