La infancia espiritual
El tema de la infancia espiritual es tal vez el tema central en Santa Teresa de Lisieux. En su vida podemos ver cómo la madurez espiritual se va alcanzando al acercarse a la infancia espiritual.
Esta actitud consiste en el abandono de su vida en manos del Padre, colocando toda su confianza en Él. Ya desde muy niña, Teresita fue viendo cómo en su vida encontraba la felicidad al hacer no su voluntad, sino la del creador. Este descubrimiento es ya un paso muy grande para tan pequeña criatura, pero no se queda allí sino que lo lleva a la práctica en su vida, tanto que a la edad de 14 años se acepta la voluntad de Dios y se ofrece para que haga de ella lo que quiera, lo que le expresa a su hermana en una carta: "Pero, Paulina, yo soy la pelotita del Niño Jesús; si él quiere romper su juguete, es muy dueño de hacerlo. Sí, acepto todo lo que él quiera." No es despreciable aquí la expresión de pelotita del Niño Jesús, ya que es un símil con el cual expresará su ser niña, pero a la vez su profundidad de espíritu.
En esta etapa de la adolescencia también se encuentra otra característica que es clave para la infancia espiritual de Teresa, es el sentido de pobreza tanto material como espiritual, los cuales se complementan en el sentir de esta niña. Al regalarle un corderito que muere el mismo día, ya preanuncia lo que luego se concretará en su voto de pobreza en el Carmelo: "No, no hay que apegarse a nada en la tierra, ni siquiera a las cosas más inocentes, pues nos faltan en el momento que menos se piensa. Sólo lo que es eterno puede llenarnos". Ya la niña ve la relatividad de todo en comparación a Aquel que es el Todo.
Hay una característica de la personalidad de Teresa que es clave en su vida para lograr hacer la voluntad de Dios: la terquedad y cierto orgullo. Así lo muestra en Historia de un Alma, cuando narra sobre su infancia: "Como tenía amor propio y también amor al bien, en cuanto empecé a pensar seriamente (y lo hice desde muy pequeña), bastaba que me dijeran que algo no estaba bien para que se me quitasen las ganas de hacérmelo repetir dos veces..."
La terquedad va acompañada por el sentido de lucha que posee la joven Teresa para lograr la voluntad divina: "No nos queda, pues, más que luchar. Cuando no tenemos fuerzas para ello, Jesús combate por nosotras... Pongamos juntas el hacha a la raíz del árbol..."
Así, cuando descubre que el Señor la llama desde muy joven para entrar en el Carmelo, busca todas las formas para lograr su vocación, lo que no le es nada fácil y encuentra desde ese momento grandes sufrimientos. Pero ella, fiel a la tradición religiosa de la época, se ofrece como víctima para sufrir y así asemejarse a Jesucristo:
"Sólo deseo una cosa para cuando esté en el Carmelo: sufrir siempre por Jesús. La vida pasa tan deprisa que, realmente, vale más lograr una corona muy bella con un poco de dolor, que una ordinaria sin dolor. ¡Cuándo pienso que por un solo sufrimiento soportado con alegría se amará mejor a [2vº] Dios durante toda la eternidad! Además, con el sufrimiento podemos salvar almas. Paulina, ¡qué feliz me sentiría si en el momento de la muerte pudiese yo tener un alma que ofrecer a Jesús! Habría un alma arrancada al fuego del infierno que bendeciría a Dios por toda la eternidad."
Es parte esencial de la infancia espiritual sentirse pequeño, de manera tal que no podamos nada sin aquél que los es todo. Esto también lo sintió Teresa: "Pide que tu hijita sea siempre un granito de arena muy oscuro, muy escondido a los ojos de todos, que sólo Jesús pueda erlo. Que se haga cada vez más pequeño, que se vea reducido a nada..."
En los escritos de Teresa podemos descubrir cómo, a pesar de haber perdido a su madre en su temprana niñez, ha sentido por medio de sus familiares más cercanos el amor de Dios. En especial el amor de su padre, a quien llama cariñosamente su rey. Allí es donde Teresa percibe la concreción del amor de Dios, el cual busca transmitir a todos los que la rodean, como fue el conocido caso de la hermana San Pedro cuando Teresa era novicia, brindándole toda clase de atenciones a aquella que nadie atendía. Su deseo de permanecer escondida es clave en este amor al prójimo.
Por último en esta enumeración de características resaltantes de la infancia espiritual, aunque tal vez sea la más importante, encontramos el deseo de santidad. Teresa desea ser santa, no por temor, sino como respuesta al amor de Aquel que la sobrepasa: "¡Sí, Paulina, quiero ser siempre un GRANITO de arena...! (…) Quisiera decirte muchas cosas a propósito del granito de arena, pero no tengo tiempo... (Quiero ser santa...)"
4 comentarios:
Hola querida hrmanita Tere:
Pasaba por tu casita para seguir lyendo sobr las virtudes de Santa Teresita, todos esto que nos dice sobre ella, nos da más ánimo para seguir adelante con nuestra evangelización, esta santo nos da el ejemplo para seguir siendo niños, con la firme convicción de servir a Nuestro Señor.
Dios te bendiga.
Infancia espiritual, pero no una infancia inconsciente, sino una que viene precisamente del camino de hacerse adulto y darse cuenta de que la confianza en Dios es primordial. Como decía Jesús, nacer nuevamente.
Un abrazo
es la ansiedad de santidad que a muchos nos sigue moviendo hasta hoy
Hola Luis me encanta lerla y conocerla mas por que me anima a segui intentando la santidad.
Si hada, solo porque Sta Teresita tenia ese grado de madurez pudo llegar a ese abandono y confianza.
Amor, cuanta razon tenes.
Un abrazo muy grande a todos.
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