lunes, 3 de mayo de 2010

Sierva de Dios - Maria Isabel del Amor Misericordioso- Carmelita Descalza

1.- ¿Quién fue esta Carmelita Descalza?

Bajo su hábito pardo de estameña se escondía una figura pequeña y sencilla, cuyos ojos hablaban y cuya sonrisa cautivaba, según dicen quienes la conocieron y trataron. Tras la reja del locutorio de su monasterio, el visitante atisba envuelto en una atmósfera de gozo, paz y serenidad, sus ojos que, a lo largo de la conversación, quemaban…
Nunca pronuncia esta Hermana palabras de puro trámite. Su conversación transmite siempre el candor de la ingenuidad de alguien nada contaminado por relaciones artificiales. Del fuego de su pasión por Jesucristo brotaba una luz diáfana, que muchos lograron captar y ser iluminados con ella.

De su lado se alejaba uno con la sensación del perfume que se pega a la ropa, de un “no
sé qué” (San Juan de la Cruz) casi imperceptible que señalaba: esto debe ser la santidad. Y es que esta Hermana, ya Madre, convence sin proponérselo; encerrada, sí, sorprende por su
capacidad de comprensión. ¡Quién diría esto en una Carmelita Descalza! Te dejaba descolocado.
Siguen existiendo, pensaban algunos, los serafines en la tierra y hemos topado con uno de ellos.
Su mejor momento cuando se acercaba a comulgar. Sola ante el sacerdote, sonreía a Jesús
con una alegría que hacía único el momento. Había que esperar a la mañana siguiente para
volver a presenciarlo. Madre María Isabel no definía a Dios, simplemente lo amaba y se dejaba amar por Él.

Escondía, a la vez, una capacidad de emprender nuevos caminos, convencida como
estaba de que era Dios quien le empujaba. Con su sed de autenticidad, reclamaba el derecho a vivir el Evangelio con toda perfección. Consistía el empeño, para ella, en poner en práctica el mandato de amor, “amar juntas a Jesús”. Cuando reveló al P. Diego Hernández su deseo de hacer una fundación nueva en Orito, le aclaró: “Este nuevo Mandamiento brilla por su ausencia, porque se gasta todavía muy poco. Me explico: lo más que se vive en las comunidades mejores es un trato de educación, pero fraternidad íntima, cristiana, ese “ser UNO y amaos como a vosotros mismos”, que es nuestra religión del Dios todo Amor…, no, Padre, eso no se vive”.

Si esto se dice sintiéndolo, se resquebrajan las piedras. No es de extrañar que encontrase
propicio al P. Diego: “Se cantará muy bonito, le aseguró convencida, serán las monjas muy
hacendosas y penitentes, muy alegres y simpáticas. Pero el meollo de nuestro ser por qué
estamos en la casa de Dios… no. Esto me produce un desgarrón en mi alma que parece quiere acabar conmigo, que en realidad soy, y lo digo de verdad, imperfectísima, y lo digo
sinceramente: no merezco estar en la casa de Dios. Pero si Él me infunde este sentir… ¿no sería posible, Padre, un conventito, el más pequeño del mundo, en el que se intente en serio vivir este mandamiento con toda humildad y sencillez?

Eran los suyos, como vemos, motivos nobilísimos. Esta mujer quería a sus hijas antes
cristianas que monjas. Y desde ese balcón se lanzó a perfilar un Carmelo-Betania: “Qué hermoso sería hacer una Betania para Jesús, en donde siempre se le recibiera con amor, se le escuchase y se le sirviera… Una prolongación de la casita de Nazaret… Un rinconcito verdaderamente cristiano, que los que se nos acercasen sintieran el calor de Jesús. Trabajar por hacer vida de nuestra vida el Evangelio; la famosa epístola de San Pablo, que tan bien nos instruye sobre la caridad…”
1 Introducción al libro Luz del Evangelio , Luz del Evangelio, Monte Carmelo, Burgos, 9-13.

Fue Madre y Maestra. A la madre le bastaba estar para que el clima fuese el que habían
asumido todas por el ideal de la vida compartida. La Regla y las Constituciones serían, según ella, muy madres, es decir, ofrecían mucha capacidad de comprensión. Su presencia cercana era suficiente para que el ánimo de las hermanas fuera perseverante en el austero camino emprendido. Las animaba a “no fijarse en el polvo de las sandalias de la hermana, sino en el brillo de sus ojos”. Cada hermana sería comprendida y perdonada. Cada una de ellas y todas juntas, formarían páginas del Evangelio hecho vida cotidiana. Un “nido evangélico”, en trazos franciscanos.

2. Escritos

No fueron muchos ni tampoco extensos los escritos de Madre María Isabel. Sin embargo,
tienen un denominador común: queman. Y es que, al tratarse de cartas dirigidas a familiares, sacerdotes y religiosas, es decir, al tener como destinatarios a seres humanos con sus sufrimientos y dificultades, brotan siempre de la abundancia del corazón. Es difícil imaginar en la Madre María Isabel una línea fría y superficial. Escribe siempre desde la comprensión y, escribe, sobre todo, para animar en el seguimiento del Señor.

Centrada como estaba en Dios, confía siempre absolutamente en Él, a ejemplo de su Fundadora la Madre Teresa de Jesús: “Confiad en la bondad de Dios que nunca deja de ayudar a quienes por Él se determinan a dejarlo todo”. Y, a ejemplo de otra hermana, la pequeña Teresa de Lisieux, repetía: “Sólo la confianza y nada más que la confianza me lleva al amor”. Y es que la confianza hace ser atrevidos. ¿No es santo atrevimiento lo que escribe en una carta a Don Pablo Barrachina, su Obispo?... “Le he dicho al Señor: “confío tanto en ti, que puedes probarme cuanto quieras, a ver quien se cansa primero, tú de probarme, o yo de confiar. Siempre se lo he dicho con un amor filial muy tierno; nunca pasó por mí la arrogancia que tantísimo aborrezco”.

Con frecuencia encontramos en sus escritos expresiones referidas al Amor
Misericordioso de Dios que tanto se ha universalizado, gracias sobre todo al Venerable Juan Pablo II con su encíclica Dives in misericordia, a Santa Faustina Kowalska y a la Madre Esperanza de Collevallenza. “Me abandono por completo en la providencia de Dios, esperándolo todo de su misericordia”.

Otro tema acariciado: la Cruz, siempre la Cruz. “Tu hermana mira mucho… mucho; y de tanto mirar, reflexionar y sufrir, he podido encontrar en las más oscuras cavernas del dolor la imagen de Cristo”. Tuvo por Padre a San Juan de la Cruz, el del Pastorcico crucificado por amor que espera y demanda amor…

Laus Deo Virginique Matri
+ Rafael Palmero Ramos

3 comentarios:

Isabel dijo...

Bellisimooo!!!! muchas gracias!!!
un abrazo.

Fr. Andres Viaña, OP dijo...

HOLA DIOS LAS BENDICE SIEMPRE. QUIE INTERESANTE ES TU BLOG ESPERO TENERTE DE CONTACTO EN EL MIO
ATT FR ANDRES VIAÑA OP.

Daniel Espinoza dijo...

Gracias por la entrada es un placer leerle.. Un abrazo desde Monterrey Mx