lunes, 8 de marzo de 2010

Cuaresma con los santos del Carmelo-Lunes de la 3er semana-S. Juan de la Cruz

Este es el tiempo favorable. Convertíos y creed en la Buena Noticia. Ha llegado el Reino de Dios.
EL... SE MARCHÓ (Lc 4, 30)

Tú caminas con los hombres, oh Jesús, dándote a conocer poco a poco a los que emprenden tu camino de sabiduría, hasta llegar al abismo de tu amor. Cada misterio de los que hay en Cristo es profundísimo en sabiduría, y tiene muchos senos de juicios suyos ocultos de predestinación y presciencia en los hijos de los hombre.

Tanto, que, por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir, y aun por entender; y así hay mucho que ahondar en Cristo; porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van a cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá. Que, por eso, dijo san Pablo (Cl 2, 3) del mismo Cristo, diciendo: En Cristo moran todos los tesoros y sabiduría escondidos. En los cuales el alma no puede entrar ni puede llegar a ellos, si, como habemos dicho, no pasa primero por la estrechura del padecer interior y exterior a la divina Sabiduría. Porque, aun a lo que en esta vida se puede alcanzar de estos misterios de Cristo, no se puede llegar sin haber padecido mucho y recibido muchas mercedes intelectuales y sensitivas de Dios y habiendo precedido mucho ejercicio espiritual, porque todas estas mercedes son más bajas que la sabiduría de los misterios de Cristo, porque todas son como disposiciones para venir a ella.

De donde, pidiendo Moisés a Dios que le mostrase su gloria, le respondió que no podría verla en esta vida, mas que él le mostraría todo el bien, es a saber, que en esta vida se puede. Y fue que, metiéndole en la caverna de la piedra, que (como habemos dicho) es Cristo, le mostró sus espaldas, que fue darle conocimiento de los misterios de la Humanidad de Cristo (Ex 33, 18-23)

En estas cavernas, pues, de Cristo, desea entrarse bien de hecho el alma, para absorberse y transformarse y embriagarse bien en el amor de la sabiduría de ellos, escondiéndose en el pecho de su Amado. Porque a estos agujeros la convida él en los Cantares (2, 13-14), diciendo: Levántate y date priesa, amiga mía, hermosa mía, y ven en los agujeros de la piedra y en la caverna de la cerca; los cuales agujeros son las cavernas que aquí vamos diciendo. A los cuales dice luego el alma:

Y allí nos entraremos. Allí, conviene saber: en aquellas noticias y misterios divinos nos entraremos. (San Juan De La Cruz. Cántico 37, 3-6)

Dichoso quien se ejercita en la sabiduría y reflexiona con inteligencia, el que medita en su corazón sus caminos y penetra en su secreto (Sab 14, 20).

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