lunes, 8 de marzo de 2010

Cuaresma con los santos del Carmelo- sabado de la 2da semana-Santa Teresita Del Niño Jesús

Este es el tiempo favorable. Convertíos y creed en la Buena Noticia. Ha llegado el Reino de Dios.
SU PADRE LO LLENÓ DE BESOS (Lc 15, 20)

Padre de misericordia, me arrojo en tus brazos con todas mis indelicadezas y debilidades. Tu amor me eleva. Tu beso de Padre me devuelve el gozo y la confianza.

Debéis vivir por adelantado en los cielos, pues se dijo: Donde está vuestro tesoro, allí está también vuestro corazón. ¿No es Jesús vuestro único tesoro? Puesto que él está en el cielo, allí es donde debe habitar vuestro corazón. Y os lo digo con toda sencillez, mi querido hermanito, me parece que os será más fácil vivir con Jesús cuando yo esté cerca de él para siempre.

Tenéis que conocerme muy mal para temer que un relato detallado de vuestras faltas pueda disminuir la ternura que siento por vuestra alma. ¡Oh, hermano mío, creedlo, no tendré necesidad de tapar con la mano la boca de Jesús! El ha olvidado vuestras infidelidades desde hace mucho tiempo, sólo vuestros deseos de perfección le están presentes para regocijar su corazón.

Os lo suplico, no os arrastréis más a sus pies, seguid ese primer impulso que os lleva a sus brazos. Ese es vuestro puesto, y he comprobado, en ésta más aún que en otras cartas vuestras, que os está prohibido ir al cielo por otro camino que no sea el de vuestra pobre hermanita.

Soy enteramente de vuestro parecer, el Corazón divino está más triste por las mil indelicadezas de sus amigos, que por las faltas, aun graves, que cometen las personas del mundo. Pero, hermanito mío querido, me parece que eso es sólo cuando los suyos, no dándose cuenta de sus continuas indelicadezas, hacen de ellas una costumbre y no le piden perdón; entonces es cuando Jesús puede decir esas palabras conmovedoras que la Iglesia pone en su boca durante la Semana Santa: Estas heridas que veis en medio de mis manos son las que recibí en la casa de los que me amaban. En cuanto a los que le aman y van después de cada indelicadeza a pedirle perdón arrojándose en sus brazos, Jesús se estremece de alegría. Dice a sus ángeles lo que el padre del hijo pródigo decía a sus servidores: Vestidle su mejor vestido, ponedle un anillo en el dedo, alegrémonos. ¡Ah, hermano mío, qué poco conocidos son la bondad, el amor misericordioso de Jesús!... Es verdad que para gozar de estos tesoros, es necesario humillarse, reconocer la propia nada, y es lo que muchas almas no quieren hacer; pero, hermanito mío, no es así como vos obráis. Por eso, el camino de la confianza sencilla y amorosa está muy bien hecho para vos.
(Santa Teresa Del Niño Jesús. Ct. 231. Obras Completas, pp. 656-567)

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad (Sl 88, 2-3).

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