“Mujer, ahí tienes a tu hijo” Jn 19,26
María, como nos lo recuerda el Concilio Vaticano II, “ avanzó en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19,25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado; y finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Constitución sobre la Iglesia, 58)
María está presente en el momento de la Cruz, pero no es llamada por su nombre: “Junto a la cruz de Jesús estaba su madre” (Jn 19,25). Jesús la llamará “mujer”: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26). El llamarla desde la cruz “mujer”, tiene profundas resonancias comunitarias: la muerte de Jesús es comprendida por la Iglesia primitiva como lo que “va a reunir en la unidad a los hijos de Dios que andaban dispersos” (cfr. Jn 11,51-52). Los dispersos en el evangelista Juan son los marginados y víctimas de toda clase de opresión (la injusticia, el pecado, la enfermedad), que serán reunidos en la nueva comunidad del reino. Así como Jerusalén, la ciudad santa por la que suspiraban todos los dispersos, es representada muchas veces como “mujer-madre” de Israel y de las naciones reunidas en el templo que surgía dentro de sus murallas, María junto a la cruz, al ser llamada “mujer” por Jesús, aparece como la nueva Jerusalén, la “mujer”, la madre que reunirá a todos los dispersos –representados en el discípulo amado- en el nuevo templo que es el cuerpo de su Hijo muerto y resucitado a quien ella revistió de nuestra carne en su seno maternal. El seno de Jerusalén es ahora el seno de María.
El Viernes Santo, aunque teológicamente no lo sea, es el día más santo y más importante para nuestro pueblo creyente, así como María tiene para el pueblo sencillo una importancia vital mayor que la de Jesús. Aunque se conocen pocos datos sobre su vida, ella no deja de ser la madre, la dulzura, aquella a la que siempre podemos recurrir, la que entiende nuestras aflicciones y sufrimientos, la que nos consuela y protege. Por eso hoy en nuestras reflexiones resaltamos la figura de María.
Para los pobres hoy, lo importante es salvar la vida, el derecho a existir con un mínimo de dignidad. María tiene que ver con sus hijos que lloran de hambre, que desesperadamente buscan un empleo, que son desplazados, que son plagiados, que agonizan, que son injustamente condenados. Ella es alivio y compañía. Ella nos introduce en el misterio de la cruz, en el misterio de la muerte de Cristo: A Jesús por María!
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1 comentario:
Muy bonito, hoy es un día para estar con Ella, para traerla a nuestras vidas con mayor veneración. "Dichosos los que creen..."
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