En una ocasión Jesús estaba rezando, y cuando terminó uno de sus discípulos le dijo: ¡Señor, enséñanos a rezar! (Lucas 11, 1).
El Señor se iba de noche al cerro y allí pasaba las horas, de rostro al Padre. Seguramente esas horas habrán sido de rumia profunda. Y lo que Cristo rumiaba era el actuar de Dios en su pueblo.
La realidad que se llamaba: Reino.
Es decir, la manera cómo el Señor Dios su Padre había ido santificando su Nombre en la historia de los hombres. Cómo su voluntad se había ido realizando opr esos complicados senderos de la historia de su pueblo y de todos los pueblos. Porque el Padre que estaba en los cielos había estado comprometido con todo lo que estaba pasando aquí en la tierra. Sabía que faltaba el pan; sabía que había ofensas con ofensores y ofendidos. Y que esa realidad no dividía al mundo en dos grupos, sino que era una realidad que hería a todos los hombres. Que todos tenían necesidad de perdonar y de ser perdonados. Sabía también que la tentación era una realidad que amenazaba a cada hombre, y que cada hombre necesitaba que Dios Padre interviniera para librarlo de la tentación y de las intrigas del maligno.
Allí, en las noches del silencio, en la oración y en la contemplación, Jesús se convertía en minero de la historia y de la naturaleza. Del actuar del Padre que había creado todo lo que hablaba en la noche: todo eso otro que pertenece a la vida concreta de los hombres: el ladrón que sorprende al dormido y la novia que no duerme esperando la sorpresa de su amado. Allí Jesús llegaba la esencia profunda y sencilla de las cosas, y encontraba las imágenes primordiales para hablar del Padre a los hombres sus hermanos.
En el silencio de la noche Jesús escuchaba el lenguaje elemental de las cosas, y a través de él ese lenguaje se hacía palabra y subía al Padre en forma de oración. Y esa oración daba espesor y fuerza vital a sus palabras y a sus imágenes que luego afloraban casi espontáneamente en las parábolas. Y la gente las comprendía.
Porque la gente sencilla reconocía en ese lenguaje sencillo y grávido, el antiguo diálogo de las cosas. Reconocía ese lenguaje también escuchado por ellos en su silencio, pero aún no plenamente crecido como para ser captado como mensaje. Allí en cambio, en la boca de Jesús, el profundo lenguaje primordial de las realidades simples llegaba a hacerse comprensible. Los hombres comprendían el lenguaje del Señor porque su lenguaje había crecido en el silencio de la oración al Padre, por las noches. De la misma manera que la sangre de la tierra crece hasta pan en el silencio de los trigales. Pan que luego es partido a la madrugada en cada mesa y que es asimilado por los hombres sin dificultad. Porque es el silencio fiel de los trigales lo que permite a la sustancia de la tierra llegar hasta el lenguaje comprensible del pan.
Y pienso que es también el silencio contemplativo y fiel de nosotros, los hombres y mujeres de Dios, lo que puede permitir a las cosas y a los acontecimientos llegar a crecer hasta hacerse oración al Padre en nuestras noches, y lenguaje comprensible para nuestros hermanos en las parábolas a la luz del día.
El que tenga ojos para contemplar en la noche, que contemple. Por amor a Dios, a las cosas y a nuestro pueblo.
Mamerto Menapace (Escritor y monje Benedictino Argentino del Monasterio Benedictino Santa María de Los Toldos )
5 comentarios:
Que belísimo texto, mi hermana! Pax Christi! Toda la vez que entro en esto espacio de Teresa me quedo llena de paz y alegria por lo encontrar a Ella, mi tan querida Santa, y su espiritualidad que me ensancha la alma.Que belo es leer sobre la contemplacion...Gracias por compartilo con nosotros! Jesús Amado ,María Santísima y Teresa Querida la bendigan mucho y su camino espiritual! Besos cariñosos in Domino et Maria semper!
Es una entrada muy oportuna y bonita. A veces no sabemos qué decir al padre, cómo orar. Y Jesús nos enseñó que es bien sencillo: basta con vaciar nuestro corazón que Él lo llenará con su presencia. Hoy he estado con el Santísimo, menos tiempo del que quisiera, y le agradecido por todo lo que hace por mí, mi esposo, mi familia, por darme salud y trabajo y por ayudarme en mi labor como médico y he sentido su mano tocando la mía,apretándola para que supiera que estaba conmigo. Ha sido muy emocinante.Besitos a todos por allá.
Tere, muy hermoso texto. Me quedo con esta frase: " Los hombres comprendían el lenguaje del Señor porque su lenguaje había crecido en el silencio de la oración al Padre, por las noches."
Un abrazo
Gracias Kenosis por pasar y por tu hermosa bendicion.
Hola Marisela. El solo hecho de acercarte a El, no importa por cuanto tiempo ya es grandioso. El no espera mas que un pequeño recuerdo nuestro hacia el.Un beso muy grande.
Thank you Aspirin. It's very beautifull what you wrote. God Bless you.
Hola Hada. Si valoraramos el silencio y lo ejercitaramos nos llevariamos grandes sorpresas. Un beso grandote.
Que Dios los bendiga a todos muy especialmente en esots dias.
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