miércoles, 31 de octubre de 2007

Beato Francisco Palau y Quer

Apasionado por la Iglesia

Hijo de Aitona, donde nació el 29 de diciembre de 1811, en el seno de una numerosa familia. Fue bautizado el mismo día. Vive convencido de que Dios ha escrito con su propio dedo, en las tablas de su corazón, el mandamiento del amor. Estudió en el seminario de Lleida durante los cursos 1828-1832. Pocos años permanece en el carmelo de Teresa porque la situación socio-política se lo impide. Los que pasó allí están llenos de iniciativas, de fraternidad compartida. Después se encuentra despojado de todo lo que él más ama. El claustro ensanchó mi corazón y encendió a llama de mi amor -nos confía-. Pero no encuentra el centro de su vida.

En lugar de permanecer hundido por la dificultad, emprende el camino de la historia con el corazón abierto para servir, amar y esperar. En Barbastro recibió el Presbiterado. Ayuda en las tareas parroquiales de su pueblo y se retira a la llamada Cueva del P. Palau, en Aitona. Forma parte del grupo de misioneros que en aquella época, -en Cataluña-, tratan de reafirmar la fe de los creyentes. Como la situación social es insostenible marcha hacia el exilio francés. Tiene 29 años. En Francia permanece once, -los más importantes de su vida- Allí vive en profunda comunión con la Iglesia de su tiempo. Dedica considerables espacios a la contemplación, mientras orienta y acoge toda clase de personas que atraídos por su firme y coherente personalidad, quieren vivir el evangelio a su estilo.

Escribe en relación con esta etapa: Perdida la esperanza de morir en la lucha de mi pueblo, muy joven aún, al no poder soportar la llama del amor que me quemaba, decidí vivir solitario. Te llamé y no me respondiste; te busqué en el seno de las montañas, en medio de los bosques, sobre las cimas de las peñas solitarias.... y no te encontré. En las hermosas mañanas de la primavera, en las tardes serenas del estío, en las noches frías y heladas del invierno, dentro de las cuevas, sobre las cumbres de los montes, te busqué y no te encontré. ¿Dónde estabas?

Dejó Francia y se incardinó en el Obispado de Barcelona, donde se dedicó a atender espiritualmente a los seminaristas de la diócesis, a formar en la fe a personas adultas comprometidas en el mundo laboral -en aquel momento en el inicio de la industrialización-. Acompañó también a los recién llegados en barrios marginales. Mientras tanto, un grupo de mujeres vivían el evangelio -en nuestra diócesis-, orientadas por él.

La formación de adultos -llamada Escuela de la Virtud-, llegó a ser modelo de enseñanza catequética en la Iglesia de Barcelona. En poco tiempo la escuela crece, se diversifica. Llega a ser cátedra de enseñanza superior. El impacto de la escuela se hizo sentir muy pronto en los medios culturales, cristianos, políticos y sociales. El P. Palau movilizó en torno a esta obra las fuerzas eclesiales de la ciudad, incluso la prensa. Tanto en Barcelona como en Madrid sabían, con antelación, el tema que se trataría y el trabajo que se realizaría. El éxito hace que su director piense en extender esta especie de catequesis a otras ciudades del Estado.

Fuente: www.bisbatlleida.org

Continuará

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